viernes, 18 de junio de 2010

Acogimiento.... aclaraciones.



¿Quién puede acoger a un menor?
Cualquier persona, soltera, divorciada con o sin hijos, o grupo familiar que desee participar en los programas que ponen en marcha las Comunidades Autónomas. La persona o familia que desee acoger a un menor debe presentar una solicitud en la correspondiente consejería de Bienestar Social o de Familia. A partir de ese momento, los responsables del área realizan un proceso de selección, formación y valoración para poder realizar con éxito el acogimiento.

¿Qué formación reciben las familias de acogida?
Estas familias experimentan, igual que el niño, una situación nueva a la que enfrentarse, de ahí que durante todo el tiempo que dura el acogimiento reciben apoyo técnico y una supervisión del proceso, sobre todo en los momentos más sensibles, como puede ser al inicio del acogimiento, las primeras visitas, las visitas a la familia biológica u otras eventualidades que se puedan dar a lo largo del acogimiento. Algunas CCAA ofrecen un curso de formación teórico-práctico sobre la propia figura del acogimiento.

¿Qué menores pueden acogerse a esta medida?
Todos los menores entre 0 y 18 años de edad que se encuentren en el sistema de protección, el acogimiento familiar es una manera de ayudar a algunos niños de nuestra Comunidad que viven situaciones difíciles en su familia.
Con el acogimiento se pretende encontrar una familia que proporcione a estos niños un ambiente adecuado a sus necesidades personales. A partir de los 18 años la persona en régimen de acogida puede elegir entre volver con su familia biológica o quedarse en el seno de la familia de acogida.

¿Qué ventajas tiene el acogimiento temporal de menores?
Las ventajas para un niño van desde la organización de las rutinas diarias propias de su edad, más flexible en un entorno familiar que en un centro residencial, hasta un mayor desarrollo de sus habilidades sociales. En un entorno familiar, el menor tiene un mayor contacto con la sociedad y con la comunidad que le rodea en su conjunto, una mayor participación en la toma de decisiones de un núcleo familiar, vive en un entorno psico-social una más cálido, se dan un mayor número de contactos espontáneos en las relaciones tanto familiares como amistosas, vecinales, etc. Asimismo, aprende a valorar el clima social y se apoya en su familia acogedora.

¿Qué desventajas tiene?
Las desventajas comienzan precisamente en el carácter de provisionalidad del acogimiento. En este sentido los especialistas reconocen que no se establecen relaciones paterno-filiales, se trata de una relación tutelar establecida por una Entidad Pública. Esta temporalidad puede provocar en el niño sentimientos de inseguridad y ansiedad, impidiendo en muchos casos que llegue a integrarse en el seno de su familia acogedora. También se puede provocar en el niño un conflicto entre su familia acogedora y su familia biológica, e, incluso, el acogimiento puede interferir en la relación del menor con su familia biológica.

¿Qué ocurre si el acogimiento temporal no funciona?
Cuando la relación entre el niño y la familia de acogida no funciona, ambos cuentan con asesoramiento de las instituciones que tratan de encauzar la relación. Si, a pesar de todo, no se puede mantener el acogimiento, el niño o niña vuelve al centro residencial en espera de otra familia de acogida.

¿El acogimiento es remunerado?
El acogimiento de un niño es un acto de generosidad y solidaridad. Para que la situación económica de la familia de acogida no se vea reducida, y para que todo tipo de familias (con más o menos recursos) puedan acceder al acogimiento, hay ayudas y compensaciones que cada autonomía gestiona y distribuye en función de las necesidades de la familia acogedora. Entre otras, se tienen en cuenta los gastos derivados de la especial atención sanitaria o educativa que pueda requerir el menor acogido.

Además de las familias, ¿qué otras posibilidades tienen los menores?
Los menores que no son acogidos por familias permanecen durante el tiempo necesario en centros residenciales tutelados por la administración autonómica. Éstos asumen la responsabilidad sobre el desarrollo integral del menor y deben garantizarle la adecuada satisfacción de sus necesidades biológicas, afectivas y sociales, en un ambiente de seguridad y protección. La atención residencial también cubre las necesidades básicas de los niños en atención sanitaria, necesidades materiales, escolarización, refuerzo y corrección del aprendizaje escolar y acceso a las necesidades propias de los niños de su edad. Durante la estancia en estos lugares, la administración trata de que el niño, en caso de corta edad pueda mantener durante el mayor tiempo posible una relación afectiva con su familia.

¿Hay un perfil de niño predispuesto al acogimiento familiar y otro al residencial?
Efectivamente, no todos los niños y adolescentes tienen las mismas características y necesidades, y por tanto, es importante ofrecerles soluciones diferentes. Los niños que mejor se adaptan a un entorno familiar temporal son los niños hasta 10 años o preadolescentes, siempre que no presenten problemas que requieran una atención especializada. Pueden acogerse a esta modalidad niños que ya han recibido tratamiento para solucionar sus problemas emocionales o que ya se encontraban en acogimiento antes de la adolescencia. También se apuesta por esta opción para niños que se prevé saldrán beneficiados de la experiencia, a pesar de las primeras dificultades para adaptarse a un entorno familiar, como menores con deficiencias o trastornos que con una ayuda especial pueden adaptarse a la familia. Sin embargo, el acogimiento familiar no es recomendable en el caso de adolescentes que tratan de emanciparse o niños cuyos vínculos con su familia de origen son tan grandes que les impiden adaptarse y responder de forma adecuada a su nuevo entorno. Tampoco es aconsejable para niños con determinadas minusvalías psíquicas que requieren un entorno educativo concreto ni para niños que necesitan un ambiente totalmente estructurado por problemas de conducta. Finalmente, no se recomienda en los casos en que los padres biológicos no acepten la relación con la familia de acogida, siempre que esta actitud pueda interferir en el buen desarrollo del acogimiento.

miércoles, 16 de junio de 2010

Centros o familias ... una alternativa

Entre 8.000 y 10.000 niños y adolescentes entran en acogimiento transitorio residencial o familiar cada año en nuestro país. Esta modalidad de tutela infantil es un mecanismo de protección social cuya finalidad consiste en proporcionar cobijo temporal en pisos, centros institucionales o en familias a los menores que, por diversas razones, no pueden convivir con la suya propia. El objetivo es que el niño o la niña se integren y participen plenamente en la vida de la familia de acogida, o que hagan una vida lo más normal posible cuando viven en residencias tuteladas. Esta figura de ayuda a los niños es un tránsito hacia medidas de protección definitivas, como volver a la familia de origen o acceder a otra familia en adopción, si bien como contempla la Ley de Protección Jurídica del Menor 1/1996, las medidas de acogimiento transitorio pueden plantearse con una perspectiva a medio o largo plazo. Esto significa que un menor puede permanecer en acogimiento transitorio durante meses o años.
En el 70-75% de los casos la medida protectora de acogimiento transitorio es de tipo residencial (centros de acogida, pisos tutelados, hogares funcionales, minirresidencias) y en el 25-30% es de tipo familiar (preadoptivo o no preadoptivo). Las principales razones que llevan al acogimiento transitorio de un menor son, en el 65-70% de los casos, la existencia de malos tratos, negligencias o abandono por parte de su familia; los comportamientos disruptivos o conductas infractoras, especialmente en adolescentes, suponen el 15-20%, y la incapacidad o imposibilidad permanente o temporal para su cuidado por parte de la familia el 10-15%. Respecto a las características socio-familiares de los menores que entran en acogimiento transitorio, entre el 50 y el 60% proceden de familias denominadas "de riesgo social"; entre el 25 y el 30% de familias con problemática de drogodependencia y/o alcoholismo; cerca del 15% viene de familias con problemática de salud mental, y alrededor del 40% de familias multiproblemáticas que combinan dos o más de las problemáticas anteriormente mencinadas.

lunes, 14 de junio de 2010

Guía para afrontar los problemas de pareja o con los hijos.


La Comunidad ha elaborado una guía de apoyo que lleva por título Cómo resolver los conflictos familiares, que ha presentado la consejera de Familia y Asuntos Sociales, Engracia Hidalgo, junto al rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, y el presentador de televisión, escritor y dibujante, Guillermo Summers, que ha ilustrado el manual con ingeniosas viñetas.

Hidalgo ha explicado que "esta guía tiene un claro propósito: aportar herramientas y habilidades para intentar solventar con mayor facilidad los problemas y las desavenencias que se originan en el ámbito familiar. Además, pretende ayudar a generar relaciones positivas que permitan a las personas sentirse valoradas y admitidas". Las claves que aporta esta publicación se refieren a situaciones como los conflictos entre parejas, entre hermanos, entre éstos y los padres o roces con los abuelos u otros familiares.


Además de esta guía, las familias madrileñas disponen del Centro de Apoyo a la Familia, un recurso interdisciplinar que ofrece servicio gratuito de orientación psicológica para situaciones difíciles, asesoramiento jurídico sobre cuestiones que puedan plantearse en el marco de la vida familiar y un servicio de mediación. Desde su puesta en marcha ha atendido a 5.541 personas.

Por otra parte, la Escuela de Familia ofrece talleres pedagógicos a los padres que quieran ayuda en la formación de sus hijos. Hasta la fecha, se han impartido 74 cursos para 888 personas. Además, como respuesta al incremento de los conflictos en el entorno familiar, se creó la Unidad de Orientación a la Familia, que tiene como eje prioritario la atención a situaciones de crisis puntual. Desde su puesta en marcha en 2005, ha atendido a más de 16.000 personas.

La Comunidad también cuenta con un convenio de colaboración con la Universidad Complutense de Madrid para desarrollar un programa de tratamiento psicológico para adolescentes que cometen delitos de agresiones contra sus progenitores. Sólo en 2009, 106 familias participaron en él, recibiendo apoyo individualizado, integral y especializado.

También dispone de órganos específicos de apoyo a la mujer embarazada, a las familias numerosas, a adolescentes con problemas de agresividad y a familias adoptantes o acogedoras de menores. Existen además centros maternales y subvenciones a entidades de apoyo a la familia, entre otros programas y recursos.

La Comunidad ha editado otras guías y manuales dirigidas al asesoramiento de las familias madrileñas como La familia ante momentos difíciles, ¿Cómo crecen nuestros hijos?, La familia y los medios de comunicación, Adoptar, integrar y educar, Cómo convivir con adolescentes, El acoso escolar y la prevención de la violencia desde la familia o Cómo convivir con adolescentes.

Los interesados en solicitar estas guías pueden dirigirse a la Dirección General de Familia (91 420 82 82 / 84 o publicacionesfamilia@madrid.org / escuelafamilia@madrid.org) o al Instituto Madrileño del Menor y la Familia -IMMF- (91 580 34 64 / 91 580 42 39 o immf@madrid.org).

viernes, 11 de junio de 2010

jueves, 10 de junio de 2010

Nuevo Plan de Familia, Infancia y Adolescencia de la Comunidad de Madrid


En el pasado mes de mayo se ha presentado el nuevo Plan Integral de Apoyo a la Familia y a la Infancia en la Comunidad de Madrid, que pretende el fomento y promoción de los derechos de la infacia y de la adolescencia y promocionar una cultura favorable a la familia ( porque no hay que olvidar el papel fundamental que ejerce para garantizar la convivencia y la cohesión social).

Consecuencias que sufren y padecen los menores maltratados.

Los niños criados en hogares donde se les maltrata suelen mostrara desórdenes postraumáticos y emocionales. Muchos experimentan sentimientos de escasa autoestima y sufren de depresión y ansiedad por lo que suelen utilizar el alcohol u otras drogas para mitigar su distress psicológico siendo la adicción al llegar la adultez, más frecuente que en la población general.

Los efectos que produce el maltrato infantil, no cesan la niñez, mostrando muchos de ellos dificultades para establecer una sana interrelación al llegar a la adultez.

Algunos niños sienten temor de hablar de lo que les pasa por que piensan que nadie les creerá. Otras veces no se dan cuenta que el maltrato a que son objeto es un comportamiento anormal así aprenden a repetir este "modelo" inconscientemente. La falta de un modelo familiar positivo y la dificultad en crecer y desarrollarse copiándolo, aumenta las dificultades de establecer relaciones.

Puede que no vean la verdadera raíz de sus problemas emocionales, hasta que al llegar a adultos busquen ayuda para solucionarlos.

"Para muchos niños / as que sufren de maltrato, la violencia del abusador se transforma en una forma de vida. Crecen pensando y creyendo que la gente que lastima es parte de la vida cotidiana, por lo tanto este comportamiento se toma "aceptable" y el ciclo del abuso continua cuando ellos se transforman en padres que abusan de su hijos y estos de los suyos, continuando así el ciclo vicioso por generaciones".

Muchas personas no pueden cortar el ciclo del abuso, pero hay niños al que la bibliografíamundial denomina "resilentes" que poseen características que les permite superar este obstáculo. Estos niños tiene la habilidad de llamar positivamente la atención de otras personas, se comunican bien, poseen una inteligencia promedio, se nota en ellos un deseo por superarse y creen en sí mismos. Muchas veces es la aparición de un adulto preocupado por ellos lo que les permite desarrollar esta habilidad y romper con el ciclo del abuso.

Como todos sabemos, los niños aprenden de lo que viven.

El niño aprende lo que vive:
•Si vive con tolerancia aprende a ser paciente.
•Si vive criticado aprende a condenar.
•Si vive con aprobación aprende a confiar en sí mismo.
•Si vive engañado aprende a mentir.
•Si vive en equidad aprende a ser justo.
•Si vive con vergüenza aprende a sentirse culpable.
•Si vive con seguridad aprende a tener fe en sí mismo.
•Si vive hostilizado aprende a pelear.
•Si vive en la aceptación y la amistad aprende a encontrar el amor en el mundo.



Problemas de conducta: la literatura sobre el tema de abuso infantil coinciden manifestar que los niños que sufren malos tratos presentan un funcionamiento comportamental problemático (Cerezo, 1997c. En España, de forma consistente a lo encontrado en otros países, se observa que comparando a niños que reciben abuso con niños que no lo reciben, los primeros manifiestan más problemas de conducta, tanto cuando la información procede de los padres como cuando procede de los maestros. Las conductas que se han descrito en estos niños han sido: agresividad, verbal y física, hostilidad, oposición, robos, mentiras, absentismo, que se integrarían en la categoría de problemas de conducta externalizantes. En un estudio longitudinal encontraron que la experiencia del daño físico intencional sufrido durante los primeros cinco años estaba asociado con un incremento considerable del riesgo a sufrir problemas de conducta externalizantes. Pero aunque estos problemas sean los más frecuentes, sin embargo, también algunos de estos niños presentan problemas de eliminación, miedos, desobediencia encubierta, pero incluso algunos niños presentan combinación de ambas categorías.

miércoles, 9 de junio de 2010

Niños maltratados.


Luis Rojas Marcos, en su obra: Violencia: tolerancia cero. Fundación La Caixa. Barcelona, 2005, nos habla de los niños maltratados, resaltamos los siguientes comentarios críticos y clarificadores de las páginas 103 a la 108:
"En las familias donde hay mujeres maltratadas siempre hay niños maltratados. El maltrato de criaturas es una de esas formas de violencia que la sociedad llama «increíble». Las personas que son padres se resisten a creer que alguien pueda tratar con crueldad y ensañamiento a sus propios hijos. Mientras que quienes se identifican con los pequeños se preguntan conmovidos cómo un ser humano conscientemente puede hacer sufrir a una criatura. La suposición inmediata es que los verdugos son individuos obnubilados por la enajenación mental, por las drogas, o abrumados por el estrés, la ignorancia y la penuria.

La realidad, sin embargo, es que la explotación de los niños no tiene fronteras de estados mentales ni de clases sociales. Lo que sucede es que los casos registrados en hogares pobres o a manos de enfermos mentales suelen salir a la luz pública más frecuentemente. Los malos tratos a niños de familias «normales», de clase media o alta, tienden a pasar más desapercibidos, acontecen a puerta cerrada, a escondidas, y a menudo no se descubren durante largos períodos de tiempo.

Entre las agresiones brutales se encuentra todo un abanico de torturas, desde daños sutilmente disimulados hasta la crueldad más flagrante y grotesca que desafía las peores pesadillas. En estas orgías desenfrenadas de odio en la intimidad, adultos impulsados por una fuerza maligna, golpean, muerden, azotan, ahogan, queman, desgarran o, sin más, matan de hambre a criaturas indefensas.

Una característica patética de estos niños maltratados es que suelen ser llevados repetidamente a diferentes salas de urgencias por sus agresores mostrando contusiones, fracturas, quemaduras y heridas parecidas. Con el tiempo, sin embargo, muchos dejan de ser atendidos en hospitales, unos porque los padres tratan de evitar levantar sospechas, otros porque finalmente mueren.

Otra peculiaridad de estos casos de abuso infantil son las explicaciones engañosas e inverosímiles que ofrecen los verdugos cuando se les pregunta sobre el origen de las graves lesiones de los pequeños: «se cayó de la cama», «su hermanito le pegó» o cosas por el estilo.

Los malos tratos de niños están estadísticamente relacionados con factores de riesgo como los conflictos violentos en la pareja, el desempleo crónico, el abuso de drogas o de alcohol, los embarazos indeseados, y las enfermedades físicas y emocionales crónicas de los pequeños. Sin embargo, no cabe admitir una relación causa-efecto entre todos estos condicionantes y la violencia, pues una mayoría de padres afligidos por problemas sociales y económicos provee a sus hijos pequeños con seguridad, afecto y consideración, incluso en tiempos de crisis.

La particularidad más común entre los progenitores violentos es el haber sido ellos mismos víctimas de abuso o de abandono durante su infancia. Algunos padres mezclan actitudes punitivas con expectativas poco realistas de la capacidad de los pequeños, de lo que tos niños de corta edad pueden dar de sí o hacer. Exigen obediencia, control y disciplina, mientras que, al mismo tiempo, ignoran las necesidades, los sentimientos y deseos de los pequeños. De todas formas, el rasgo que mejor identifica a estos verdugos es la falta de empatía hacia las criaturas, o la incapacidad para ponerse con afecto en sus circunstancias, y su completa ineptitud para comprender las limitaciones y vulnerabilidades de los niños."

Una respuesta frecuente ante las noticias de niños maltratados es tratar de suprimirlas de la conciencia y de mantenerlas lejos de nuestra cotidianidad. Ciertas salvajadas son demasiado repulsivas y chocantes como para reconocerlas, entran en la categoría de lo que es tabú. Sin embargo, como expresó Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz en 1986:

«Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. La posición neutral ayuda siempre al opresor, nunca a la víctima. El silencio estimula al verdugo, nunca al que sufre"